Cada vez que se levanta, Jorge Laverde, 45 años, observa el techo de su casa y cree que no despierta de un sueño. Nunca pensó durante los 10 años que sobrevivió en la invasión de Palmitas (Kennedy), que pudiera tener una casa propia. Y lo mejor: con paredes de cemento, techo, pisos y escrituras.

Él creyó en la Caja de la Vivienda Popular desde la primera vez que sus funcionarios arribaron hasta Palmitas y le ofrecieron entregar su predio a cambio de uno mejor. Y le fue muy bien. El Distrito le cumplió. Le entregó una casa de dos plantas en la localidad de Bosa, lo que le significó un cambio a su vida de 180 grados.

Leidy Caro, esposa de Jorge, firmó de inmediato el documento donde entregaba su terreno que había conseguido una década atrás en la invasión. “Creí en la CVP, no dudé en aceptar la propuesta y mire dónde estamos: en nuestra propia casa”. El proceso fue rápido. Los beneficiarios solo entregaron los papeles y el Distrito hizo lo demás. “Nos llamaron para buscar y escoger nuestra casa”, añade ella.

La familia describe lo ocurrido como una maravilla. “Acá no vemos ratas, malos olores, personas puñaleadas, drogadictas y delincuencia. Hoy mi situación es otra”, describe el maestro de construcción, quien promete culminar la segunda planta de su estructura y armar hasta un jacuzzi en el predio que le dio  la Alcaldía de Enrique Peñalosa, el mismo donde no escucha disparos, donde no le roban sus pertenencias, donde no amenazan la integridad de sus hijos y donde promete pasar el resto de sus años.

De la Caja de la Vivienda Popular solo tienen la mejor experiencia. La familia lo dice en público porque quieren que todos los habitantes de la invasión de Palmitas confíen en que el Distrito también les cumplirá y les entregará- como a ellos- la casa prometida por abandonar su oscuro y amargado pasado.